Siempre digo que no me canso, pero lo cierto es que sí. Y ya no hay vuelta que darle. Antes me daba pena y quería ayudarte con tu problema, tal vez, en cierta forma, hasta lo hice mío y me dejé pasar a llevar en demasiadas ocasiones. Ya nada me da pena, la rabia es capaz de secar océanos.
Asumo mi error. Pues siempre supe que no era mi problema. A la gente enferma nadie la quiere, pero yo siempre te he querido incluso desde lejos y sin estar contigo, sin hablar ni sentirnos cerca por meses y hasta años. Hubo momentos que no te deseaba la muerte, pero esperaba pasivamente que llegara a buscarte.
Supe dejarte de lado por un tiempo. Tanto que ya no te hacía falta y fue bueno para ambos. Lo malo es que de esa experiencia aprendí lo que vales y quise volver a intentarlo. Tú nunca realmente quisiste, aunque sé que lo has intentado y es por eso que te agradezco, pues ha sido uno de tus pocos actos honestos y desinteresados de la vida.
Me agoté de tu negatividad y tu nube tóxica de mierda. Estuve viviendo bajo esa enorme capa de polución la mayoría del tiempo, hasta me acostumbré como lo hacen los habitantes de esas grandes ciudades apestadas en smog... claro que yo era como los imbéciles que limpiaba una y otra vez el ambiente, incesantemente, creyendo que podría con toda la industria de la mitomanía.
A diferencia tuya, no te mentiré. No te deseo nada malo, solamente pido que tengas exactamente lo que te mereces. Ni un poco más, ni un poco menos y, lo siento, pero alguien como tú dudo que me merezca a mí.
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