Ha pasado tiempo. No puedo negar que han pasado cosas importantes y esas cosas no solamente han sucedido hoy. No, pues las cosas importantes parecen ocurrir muy a menudo últimamente. Es como si la vida realmente tuviera importancia a cada instante y ahora tomo notificación de aquello y agradezco todo.
Doy gracias a absolutamente todo y a todos. Al amor, al desamor, a la penal, a la alegría, a la experiencia implícita en cada página de esta historia. De mi historia con el mundo y aquella íntima que con los años acepto, comparto y gozo en sus variadas tonalidades.
Hace un par de días viví y entendí una sensación que me ha acompañado siempre: la conexión limbus. La noticia del suicidio de Cornell me hizo click en varios aspectos. Es casi ridículo sentirlo así sabiendo que fue alguien que no supo de mi existencia, una persona con la cual en vida no compartimos una instancia mayor a la interacción que existe entre el público y un artista, pero aún así consolidó una relación eviterna y me hizo pensar en esos seres que generan eso y la potencia que te entrega el reconocer que todos estamos conectados.
Claro que dicha conectividad depende de qué tan dispuestos queramos estarlo. Ningún wifi me permitirá navegar si tengo desactivada la búsqueda de redes disponibles y ¡qué fácil es conectarse para los dispositivos en estos tiempos! El desafío real está en la vinculación que podemos hacer con nuestro aparato primordial en este plano. Nuestro cuerpo. Ese es el instrumento que vibra y lo hará siempre que entre en sintonía con nuestra verdadera esencia.
Descansa en paz y gracias por tantos soundtracks de mi propia historia.
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