28 abril, 2008

LA RETORCIDA FARÁNDULA V/S EL PERIODISMO

Miércoles 5 de enero del 2002
Cristián de La Fuente y Angélica Castro se casan. Diarios como “El Mercurio” y “La Tercera” incluyeron en su portada este importante evento histórico de la farándula nacional. Desde ese minuto, se generaría una enorme bola de nieve que hoy no podemos detener.


Si bien es un hecho que el interés que tiene el público por saber todo sobre “la gente de la tele” no nació el año 2002, la “copuchentería” sí se ganó un espacio que antes no tenía en los medios de comunicación.
La descalifico y la llamo copuchentería porque no pienso que esto refleje un periodismo de espectáculo. Es más, creo que se murió y se enterró hace un tiempo, dándole cabida a la farándula nauseabunda, que para los que no saben, si nos ceñimos a la definición exacta del diccionario -muy correcta por lo demás- llegaremos a un acierto notable al encontrar; “Farándula”: Profesión de los farsantes (antigua compañía de cómicos).
El 7 de septiembre del año pasado falleció Yolanda Montecinos y murió consigo todo delicado tratamiento del periodismo de espectáculos. La labor informativa que tenían las revistas “Ecran” y “Ritmo”, hoy la hemos perdido con nuevas publicaciones como “S.Q.P., la revista” y “Tv Grama” que se venden como empanadas en Fiestas Patrias.

LA ROPA SUCIA... SE LAVA EN PANTALLA

El espacio que actualmente existe para los críticos de espectáculos es mínimo. Poco y nada puede hacer María Inés Sáez en la televisión cuando hablar de los líos de cama es más importante que la calidad de una obra de teatro o del buen rol de un actor en una película.
El que entendió muy bien la mutación a la hora de entregar información fue Italo Passalacqua, quien no dudó ni un segundo en dejar su otrora eficaz desempeño como periodista de espectáculo por el honor de convertirse en ministro abridor de clósets, una nueva cartera en este gobierno de embaucadores.
En conclusión, creo que una de las labores de nosotros como periodistas, los que sí queremos hacer un periodismo de verdad, no es otra que enseñarle a la gente a distinguir entre este grupo de chismosos, los “opinólogos” que no hacen más que desprestigiar la profesión (¡algunos tienen el descaro de autodenominarse periodistas sin siquiera haber abierto un cuaderno en su vida!), y los verdaderos periodistas quienes son capaces de tratar la información de manera responsable, apegados a la ética, a la moral y al respeto por la privacidad.