09 agosto, 2010

Último día del niño...

Creo que no tenía más de doce años cuando le dije a mi madre que quería tocar. Recuerdo perfectamente todas las veces que mi profe de música me dijo que no era bueno y que no lograría nunca ser o hacer nada "bonito".

Ya van nueve años, cinco meses y trece días después de que empecé mi aventura como bajista, esa que partí influenciado por el ralladamente hiperquinético Flea. No podría desaprovechar la oportunidad de darle las gracias a mi amigo Titan... es que ese cassette del Blood Sugar Sex Magik, definitivamente, me cambió la vida.

Pienso que recién ahora estoy empezando a hacer el sonido que buscaba. Aunque debo reconocer que, en rigor, la cuenta exacta sería la misma, pero con un año menos. Es decir, ocho años, cinco meses y trece slapeados días. Claro, porque debo considerar que fue ahí cuando toqué por primera vez con un grupo. Con mis amigos de RENEIXER, una banda de niños que jamás olvidaré. La verdad es que, después de un largo camino, hoy siento que realmente me he encontrado.

He conseguido traspasar esas emociones que se aprisionaban en mis torpes manos. He prolongado mis límites corporales y he conseguido adherirme a cuatro cuerdas, sucias y bellas, que expresan lo que nunca pude dibujar y hoy, ayudado por esas cuatro clavijas, he abierto la puerta para dejar la sala de ensayo.

Tres mil cuatroscientos cincuenta y seis días, eso he demorado realmente en sentirme plenamente y comenzar mi nuevo camino.