31 diciembre, 2010

Move on

Se acaba el año y la mayoría de los contactos de mi muro despiden con desprecio el año del Bicentenario. Que Piñera, que el terremoto, que el tsunami, que los malos ratos y las enormes decepciones. Nadie parece haber alcanzado las expectativas necesarias para terminar conformes el 2010. Debo decir que yo no soy la excepción, pues tampoco lo conseguí.

Aún así discrepo absolutamente y no comparto esa pretensión desesperada de enterrar los últimos 12 meses. Es como adelantar la película y saltarse la parte penca de la historia, olvidando por completo que es justamente en ese momento cuando todo cobra sentido. Yo he gozado y disfrutado intensamente de este año que tantos odian, sufriendo como todos, pero aprendiendo de lo vivido y sonriéndole a lo que venga.

Veo a mi madre preparar parte de la cena familiar mientras la radio me invita a encender los motores cumbieros de mis inquietas rodillas, pero no tengo apuro en comenzar el vacilón. Me despido de este año de crecimiento en silencio y con los míos. Desde aquí, abrazo agradecido a aquellos que brillan por su ausencia, tan fuerte como a esos pocos que se cuelan fuertemente en mis buenos deseos para lo que venga en la siguiente temporada.


29 diciembre, 2010

¡Mira, vieja!

Recuerdo perfectamente el viernes 1 de diciembre de 1995. Yo estaba por cumplir ocho años y esa noche había Teletón.

Justamente, afuera de una sucursal del Banco de Chile tuve uno de los momentos más desagradables de mi vida. Inmediatamente después de la experiencia, mi mente se subió a una poderosa centrífuga que no se detuvo hasta cambiar mi perspectiva y, por consiguiente, mi destino.

Ese día pensé que la vida emparejada era una mierda y que jamás lo querría experimentar. Claro que a esa tierna edad, la noción de "amor" es tan real como la existencia del viejito pascuero.

Vulnerable. Así me siento hoy, pues amar implica un contrato de vulnerabilidad entre mi persona y el otro sujeto implicado. No es una condición justa ni una convención que yo haya aceptado con mi puño y letra. Es simplemente el pago que suscribe el bello acto de entregar las ilusiones más puras del alma a esa mujer que has aprendido a amar.

Con más sufrimientos que alegrías, al menos en las últimas semanas, este sentimiento confirma mi sospecha de la existencia de ese pacto de fragilidad. Todos los esfuerzos por evadir el desamor no valen nada, ni sirven. En absoluto. Más aún cuando al final del día una escena tan explícita como lejana me tortura con un fuerte dolor en el pecho. Un potente torrente sanguíneo casi me hace rebosar la aorta tras ver roto el sueño que nunca pedí soñar.

28 diciembre, 2010

Te irá bien

Estoy seguro que será así.